domingo, 14 de agosto de 2011

LENGUAJE DIGITAL


30/07/2011

La adquisición de lenguaje digital

Raquel Rodríguez,La Voz de Galicia

El aprendizaje de un idioma es complicado. Hablarlo con fluidez, cuestión de tiempo, pero el acento siempre delata al extranjero. En 2001 el académico Mark Prensky acuñó los términos de «nativos» e «inmigrantes digitales» para ilustrar la forma de quienes tienen integrado el lenguaje digital desde la cuna, y a los que les viene como un idioma impuesto al que se tienen que adaptar para sobrevivir. Umberto Eco también hizo su particular clasificación entre «borrachos», «abstemios» o «catadores» para definir la actitud frente a la innovación como patología, miedo o desafío. Desde entones los esquemas laborales han cambiado, pero la reacción ante la novedad sigue siendo la misma. La tecnología ha transformado la jornada laboral y la adaptación a este nuevo lenguaje digital provoca sentimientos encontrados que definen nuevas patologías relacionadas con el trabajo.

El tecnoestrés ha llegado a la sociedad de la multitarea y se asienta entre los que ponen resistencia a los cambios. La tecnología se convierte para ellos en fuente de ansiedad por la falta de habilidades para asimilar las nuevas herramientas. Sienten que han llegado tarde a la era digital, y comparten una fobia tecnológica que los paraliza. Los afectados por este síndrome suelen ser trabajadores de mediana edad obligados a reciclarse en el trabajo. Ante la incompetencia que sienten, desarrollan ansiedad, depresión, inseguridad, insomnio o dolores de cabeza.

El catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia, José María Martínez Silva, ha publicado recientemente el libro Tecno- estrés. Ansiedad y adaptación a las nuevas tecnologías en la era digital, en el que define el malestar que desarrollan distintos profesionales en su proceso de educación digital a través de casos reales. Digresiones telefónicas con centralitas automatizadas, la adaptación a un nuevo software, o la asimilación a los gadjets tecnológicos les causan una irritabilidad difícil de canalizar.

Pero el tecnoestrés tiene su reverso en los tecnoadictos, aquellos que tratan de ganar la carrera a la innovación y se frustran si no tienen el «último modelo». Han establecido una frontera tan débil entre la jornada laboral y el ocio que en cualquier momento se diluye, para «ganar tiempo», incluso en vacaciones. El descanso queda interrumpido vía «bandeja de entrada» por la dependencia al trabajo. Así, la disponibilidad permanente facilita las gestiones pero muchas veces dificulta el rendimiento y la vida familiar.

Cómo afrontarlo
Martínez Silva recomienda «siestas digitales» para conseguir desconectar. «Organizarse mejor, haciendo actividades que no tengan relación con estas adicciones y «cambiar los hábitos», sin dejarse invadir por las nuevas tecnologías, son pautas recomendables que pueden comenzar en vacaciones.

La jornada laboral se dificulta muchas veces por la lentitud de la red, la caída del sistema, o la invasión de mensajes no deseados. Las tareas que se realizan a la vez son muchas, lo que puede provocar expectativas irreales sobre la velocidad de llevarlas a cabo. Ante la frustración que causa muchas veces la tecnología, hay que establecer prioridades para conseguir y facilitar la integración del «inmigrante» dentro del escenario digital. 

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