domingo, 14 de agosto de 2011

DEFENSA IDIOMÁTICA


15/02/2009

Respetar los códigos del idioma

El Litoral

Los numerosos y graves errores ortográficos en el subtitulado en castellano, de un film estadounidense recientemente estrenado en nuestra ciudad y presente en todas las videotecas, y la lectura de un libro editado en Santa Fe con imperdonables falencias gramaticales, sumados a los constantes agravios al idioma que transmiten los medios de comunicación, imponen una vez más reflexionar sobre la importancia del respeto de las convenciones lingüísticas.


El español es el tercer idioma más usado en el mundo actual, con 400 millones de hablantes, siendo lengua oficial de 21 países. Las últimas estimaciones oficiales prevén, por ejemplo, que a mediados de este siglo, una cuarta parte de la población de los Estados Unidos hablará castellano. Su amplia difusión en todo el mundo trae aparejado el problema de su adecuación o transformación en los distintos lugares en que se practica, ya que se trata de un instrumento maleable, vital y en constante evolución. Es importante contemplar esa vitalidad en la expresión creativa de cada comunidad, pero paralelamente, es también imprescindible la defensa de una unidad sustancial.

Cuando, años atrás, Gabriel García Márquez, con un desplante bromista y divístico propugnó: “¡Juvilemos la hortografía! ¡Henterremos las achez rupestrez!”, su colega Mario Vargas Llosa respondió con una sentencia digna de tener en cuenta: “Si se acabara con la ortografía, el español se desintegraría en tal multitud de dialectos, que llegaríamos a la incomunicación”.

Se trata, pues, de estar atentos a los localismos y seleccionarlos con un criterio no sólo lingüístico sino también estético (de ahí el rol importante que juegan en este campo los escritores). Pero sobre todo hay que atender al respeto de las leyes gramaticales. Toda lengua implica la existencia de un código, y si se lo viola, el riesgo evidente es el caos. Y el resultado de ese caos es, ni más ni menos, que la incomunicación.

Nuestro idioma es un tesoro conquistado a través del esfuerzo de siglos, fruto de una larga decantación, modificado por influencias de los ocupantes de la península ibérica (romanos, godos, árabes), hasta imponerse hacia finales del siglo XV con la unión de los reinos de Castilla y Aragón, y difundirse en nuestro continente por boca y escritos de los descubridores, conquistadores, religiosos e intelectuales.

En todos los medios de comunicación, se impone la labor de los correctores del idioma. Un trabajo especializado de suma importancia para evitar errores e impropiedades, coadyuvando a la instauración de una lengua culta, genuina y apropiada. Lamentablemente, este trabajo sólo se cumple en los diarios y en las editoriales, a pesar de la alarma a la que hacíamos referencia al inicio de esta nota: la aparición en nuestro ámbito, de un libro de un notorio autor fallecido pocos años atrás, impreso claramente sin la intervención previa de correctores, plagado de intolerables errores. 

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