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domingo, 14 de agosto de 2011

¿TRIBUS O ETNIAS AMAZÓNICAS SIN TIEMPO?


11/05/2011
La tribu amazónica que no tiene palabras para el tiempo
BBC Mundo
En la Amazonia brasileña existe una tribu, los amondawa, que carece de las estructuras lingüisticas que relacionan el tiempo y el espacio, como, por ejemplo, nuestra idea de «trabajar durante toda la noche», señala estudio.
El estudio, publicado en la revista Language and Cognition, muestra que mientras los amondawa reconocen los eventos que ocurren en el tiempo, este no existe como un concepto aparte.
Los amondawa fueron contactados por primera vez por el mundo exterior en 1986, y ahora investigadores de la Universidad de Portsmouth, en el Reino Unido, y la Universidad Federal de Rondonia, en Brasil, empezaron a analizar la idea del tiempo en el lenguaje amondawa.
«No estamos diciendo que esta es 'gente sin tiempo' o que estén 'fuera del tiempo'» dijo Chris Sinha, profesor de psicología del lenguaje en la Universidad de Portsmouth.
«La gente de amondawa, como cualquier otra gente, puede hablar de eventos y secuencias de eventos», dijo Sinha a la BBC.
«Lo que no encontramos es una noción de tiempo que sea independiente de los eventos que están ocurriendo; ellos no tienen una noción de tiempo como algo en lo que los eventos ocurren».
El lenguaje de los amondawa no tiene una palabra para «tiempo» o para periodos de tiempo como «mes» o «año».
Nombres diferentes
La gente no se refiere a sus edades, sino más bien asumen nombres diferentes en diferentes etapas de sus vidas o conforme alcanzan diferentes estatus dentro de la comunidad.
Pero, quizá lo que más sorprende es la sugerencia del equipo de que no hay correlación entre los conceptos de paso del tiempo y movimiento a través del espacio.
Ideas como la de que un evento «ha ocurrido» o está «adelantado» a otros son familiares en muchos lenguajes, formando la base de lo que se conoce como «mapeo de hipótesis». Pero para los amondawa, tales construcciones no existen.
«Nada de esto implica que tales mapeos estén más allá de las capacidades cognitivas de la gente», explicó el profesor Sinha. «Es sólo que no ocurre en la vida diaria».
Cuando los amondawa aprenden portugués —algo que ocurre cada vez más— no tienen ningún problema en adquirir y usar estos mapeos del lenguaje.
El equipo piensa que la carencia del concepto de tiempo proviene de la carencia de «tecnología del tiempo» -un sistema de calendario o relojes- y que esto, a su vez, podría estar relacionado al hecho de que, como en muchas tribus, sus sistema numérico es limitado en detalle.
Términos absolutos Estos argumentos no convencen a Pierre Pica, un teórico lingüistico del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, quien se enfoca en un lenguaje amazónico relacionado conocido como mundurucu.
«Vincular número, tiempo, tensión, humor y espacio en una sola relación casual me parece que no va a ningún lado, basado en la diversidad lingüística que conozco», dijo a la BBC. Pica aseguró que el estudio «muestra datos muy interesantes», pero argumenta que el que no aparezcan correlaciones de espacio/tiempo no refuta la «hipótesis de mapeo».
Pequeñas sociedades como los amondawa tienden a usar términos absolutos para relaciones espaciales normales, por ejemplo, al referirse a la localización de un río particular que todos en la cultura conocerían muy bien, más que usar palabras genéricas para río o rivera del río.
En otras palabras, mientras los amondawa podrían percibirse moviéndose en el tiempo y percibir organizaciones espaciales de los eventos en el tiempo, el lenguaje podría no necesariamente reflejarlo de una manera obvia. El profesor Sinha afirma que se necesitan más estudios.
«Nos gustaría regresar y simplemente verificarlo otra vez antes de que el lenguaje desaparezca, antes de que la mayoría de la población conozca los sistemas de calendario». 

LENGUA Y PENSAMIENTO


08/04/2011

¿La lengua que hablamos nos determina el pensamiento?
Expansión

Una de las dificultades del alemán para el hispanohablante que no lo aprende de niño está en el género de las palabras, con frecuencia distinto al del castellano. Así, el masculino «puente» español se transforma en alemán en die Brücke, femenino, al igual que ocurre con el aire (die Luft) o el sol (die Sonne); por el contrario, la manzana española se convierte en alemán en der Apfel, sustantivo masculino, al igual que ocurre con la silla (der Stuhl) o la llave (der Schlüssel).
Esas abundantes diferencias de género entre el español y el alemán ¿influyen acaso en las características que asociamos con los correspondientes sustantivos?
De Konishi a Boroditsky
Para comprobarlo, en 1993 una psicóloga afincada en California,Toshi Konishi efectuó un experimento: presentó una lista de 54 de esos sustantivos con géneros gramaticales cruzados a cuarenta mexicanos adultos y a otros tantos alemanes y les pidió su opinión sobre ciertas características relacionadas con la potencia que asociaban con tales objetos. Comprobó que atribuían a un mismo objeto más fortaleza cuando en su lengua materna era del género masculino (de ahí, por ejemplo, que los mexicanos atribuyeran a los puentes más fortaleza que los alemanes) y concluyó, en contra de la tesis tradicional, que el género gramatical afecta al significado que atribuimos a las palabras.
Otros experimentos posteriores ha corroborado ese resultado. En uno de ellos, dirigido por Lera Boroditsky y descrito en Sex, Syntax and Semantics (véase también How language shapes our thought) los investigadores mostraron a un grupo de hispanohablantes y germanófonos 24 objetos con género gramatical distinto en sus respectivos idiomas y, en sucesivas pruebas, les fueron dando nombres propios (así, por ejemplo, a una manzana la llamaron «Patricia» en una prueba y «Patrick» en otra). Observaron que a los sujetos les resultaba más fácil recordar aquellos nombres propios que concordaban en género con el del objeto en su idioma nativo (así, los hispanohablantes recordaban mejor el nombre de la manzana cuando era «Patricia» que «Patrick»; y a los alemanes les pasaba al revés). Como la prueba la realizaron en inglés, dedujeron que los sujetos atribuían un género conceptual a los objetos basándose en su género gramatical.
El principio de Jakobson
En Through The Language Glass. Why the world looks different in other languages (Arrow Books, 2011), el lingüista israelita Guy Deutscher incluye ese experimento en su panorama de teorías que han vinculado pensamiento y lenguaje (véase el resumen),.
Una de las más extremas y desacreditadas fue la que, enunciada en la primera mitad del siglo pasado por Edward Sapir, fue desarrollada por su alumno Benjamin Lee Whorf y se conoce como «hipótesis Sapir-Whorf». Sostiene que la lengua es una «jaula» o prisión que limita nuestra capacidad de aprehender la realidad externa. En 1936 Whorf pretendió ilustrar su teoría con una singularidad que atribuyó a la lengua de una tribu india del estado de Arizona, los hopis, que —alegaba— no hacían distinción alguna entre pasado, presente y futuro. Al parecer, nunca visitó esa tribu y basó su conjetura en sus conversaciones en Nueva York con un nativo. Cuando, años después, otro lingüista más meticuloso, Ekkehar Malotki, vivió entre los hopis y estudió su lengua, comprobó que tenían perfecta noción del tiempo y lo demostró transcribiendo relatos que les había oído. De la desacreditada hipótesis Sapir-Whorf hay ecos en la novela 1984 de George Orwell, en la que describe cómo los líderes autoritarios de Oceanía pretenden mediante el Newspeak erradicar la rebeldía eliminando del diccionario las palabras que podrían alentarla.
Hoy en día los lingüistas rechazan que un idioma pueda ser una barrera que impida comprender o transmitir ideas sólo asequibles en otras lenguas. Baste un ejemplo: aunque en español y en inglés carezcamos de un término equivalente al Schadenfreude alemán, nada nos impide captar su significado de «alegría por la desgracia ajena». Ahora bien, Deutscher suscribe la tesis más moderada del lingüista Roman Jakobson de que «los idiomas no se diferencian esencialmente en lo que pueden transmitir, sino en lo que obligan a transmitir». Así, la expresión inglesa I spent yesterday evening with a neighbour no obliga a revelar el sexo del vecino con quien se pasó la tarde, cosa inevitable en español y otros muchos idiomas.
Para Deutscher la lengua puede influir no sólo en la atribución de género a los objetos —como demostraron Konishi y Boroditsky—, sino también en el sentido de la orientación o la sensibilidad a los colores. Así, que en la lengua de los Guugu Yimithirr, en Australia, las formas de orientación física no sean «egocéntricas» (izquierda/derecha) sino que se basen en los puntos cardinales —un nativo nos diría, por ejemplo, «hay un hormiguero junto a tu pie norte»—, obliga a quienes lo hablan a tener un perfecto sentido de la orientación, para poder hablarlo y entenderlo con soltura.
De forma parecida, la escasez en la Naturaleza de objetos azules —excluido el cielo— hace que muchas lenguas primitivas o antiguas —incluidos el griego y el latín— no tengan un nombre específico para ese color, considerado en ocasiones una mera tonalidad del verde. Eso explica que Homero, que tanto habla del rojo en sus relatos, no mencione el azul, sin que sea preciso atribuir ese hecho a su supuesto daltonismo, como aventuró en 1858 en sus estudios sobre Homerto William Gladstone, el erudito que llegaría a Primer Ministro inglés.
Sesgos implícitos
Deutscher concluye:
«Cuando un lenguaje fuerza a quienes lo hablan a prestar atención a ciertos aspectos del mundo cada vez que abren la boca o aguzan el oído, tales hábitos del habla pueden transformarse con facilidad en hábitos mentales con consecuencias en la memoria, la percepción, las asociaciones o incluso las habilidades prácticas».
Esa afirmación permite deducir que una lengua que usa el término «consejero» para englobar a los de uno y otro sexo puede introducir un sesgo larvado a favor de los hombres en quien busca candidatos para cubrir una vacante de consejero.
También da la razón a quienes utilizan esas tediosas, pero pedagógicas referencias a ambos géneros —«compañeros y compañeras», «candidato o candidata» (p.ej. a la presidencia del Gobierno)— para neutralizar los sesgos implícitos en nuestra lengua.
La tesis de Deutscher incluso justificaría el denostado «miembra» que propuso la ex Ministra Aído, término que, aunque chocante, evitaría que los hábitos lingüísticos de algunos (y algunas) sean no ya un cristal, sino auténticas orejeras. 

¿SEXO O GÉNERO LINGÜÍSTICO?


22/03/2011  ¿Sexo o género? Algo suena mal
Fernando Granda, La Nueva España
La confusión entre género y sexo penaliza al lenguaje de tal forma que hace que muchas palabras suenen mal. Y el discurso yerra de tal manera que puede hacer que en el lector o en el oyente del mismo se produzca un rechazo que lo inutilice. El proceso de aplicar el sexo en vez del género es más difícil o imposible en idiomas como el inglés, que distingue los géneros en algunos artículos pero no en los sustantivos o adjetivos. En las lenguas habladas en España se confunde sexo con género porque los géneros van también en nombres y determinantes.
Me encontré un día al catedrático Alonso Zamora Vicente, durante muchos años secretario perpetuo de la Real Academia Española (RAE), quien me conocía como El Asturianín cuando impartía sus clases en la Escuela Oficial de Periodismo, lecciones amables y magistrales. Me preguntó en qué periódico trabajaba y cuando le respondí se echó las manos a la cabeza y dijo: «Ese diario lo he tenido que retirar de mis cursos de español para extranjeros porque escribís horriblemente».
Imaginen una crónica así: «La portavoza, que había sido testiga de una atroza pelea en la sesión, señaló que la edila de la representación rivala no era jueza imparciala a la hora de calificar a la concejala de mártira de la lídera de la agrupación medioambientala». Así sería parte de la descripción de una controversia desarrollada en un Parlamento si aplicamos a las palabras la distinción por sexo y no por género. Y es que en un idioma o en una lengua los vocablos tienen género pero no sexo. Y mientras los sexos son dos, femenino y masculino, los géneros pueden ser, si hablamos del español-castellano, hasta seis: femenino, masculino, neutro, común, epiceno y ambiguo. Por tanto, feminizar unas palabras («feminizar» es una voz no contemplada en el Diccionario de la RAE, «masculinizar», sí) no significa convertirlas al sexo femenino sino al género femenino.
Términos como concejal, edil, juez, líder, dirigente, aspirante, presidente, portavoz, docente, sindicalista o, sin ir más lejos,periodista pueden representar a los dos sexos aunque sean de géneros distintos de femenino y masculino. Un nombre epiceno es el que «con un solo género gramatical, puede designar seres de uno y otro sexo», según la RAE. Y si la Academia define género ambiguo como el «común de cosa que se emplea como masculino o como femenino», dice del común que es el que «no posee género gramatical determinado y se construye con artículos, adjetivos y pronombres masculinos y femeninos para aludir a personas de sexo masculino y femenino respectivamente». Género y no sexo.
Otro de mis profesores, el catedrático Emilio Alarcos Llorach, hablaba de intención cuando el uso lingüístico decide la indistinción de los géneros. No soy experto en gramática ni en lenguas, pero creo que la evolución del inglés le ha llevado a situar el género solamente en algunos artículos y pronombres. Quizá debería ser esa la tendencia del español. Sonaría mejor. 

IN MEMORIAM


24/01/2011 En memoria de Luis Jaime Cisneros
ABC de Sevilla
La próxima vez que viaje a Lima ya no volveré a ver a Luis Jaime Cisneros (1921-2011), el más sabio y querido de mis maestros. Pertenecía a una familia de ilustres poetas e intelectuales peruanos, fue director de la Academia Peruana de la Lengua, lingüista, filólogo y maestro de varias generaciones de intelectuales peruanos, desde Mario Vargas Llosa en la Universidad de San Marcos hasta Santiago Roncagliolo en la Universidad Católica de Lima. Yo lo quería y lo admiraba incondicionalmente, y por eso me atrevo a hablarles de él, acogiéndome a la generosidad de los lectores sevillanos.
Como el hijo mayor de Luis Jaime era compañero mío en el colegio, su residencia de Miraflores fue mi primer contacto con una biblioteca babélica, pues los libros tapizaban todas las paredes de la casa, colonizando las esquinas, los corredores, las escaleras, los bajos de las mesas y los alféizares de las ventanas. Desde aquella tarde remota de 1976 he visto varias bibliotecas más, pero ninguna me ha impresionado tanto como la de Luis Jaime, sobre todo cuando descubrí —ya en la universidad— que los retratos dedicados que decoraban sus estanterías no pertenecían a ningún antepasado suyo, sino a Juan Ramón, Azorín, Ayala, Gómez de la Serna y otras figuras de la literatura española.

Gracias a Luis Jaime conocí personalmente a Borges y fue Luis Jaime quien animó siempre mi vocación docente. Me encantaba escucharlo leer en alta voz, ejercicio que él mismo practicaba admirablemente hasta en tres lenguas distintas. Yo he leído «Rayuela» y también he escuchado «Rayuela» en la voz de Luis Jaime Cisneros, de manera que las cartas a Rocamadour no puedo leerlas de otra forma que no sea con las inflexiones de Luis Jaime.

Todos sabemos quién fue el maestro que cambió nuestra vida, que nos dio los consejos precisos en el momento oportuno y que supo alentarnos con rigor y cariño en las horas más terribles. Luis Jaime Cisneros fue ese maestro para mí, y aquí no puedo abrazarme a nadie que lo haya querido tanto como yo, para llorarlo y recordarlo como sería preciso. Luis Jaime presentó mi primer libro en 1987 y luego me regaló aquel texto para que lo usara como prólogo de futuras ediciones. Yo le dediqué los ensayos reunidos en «Mi poncho es un kimono flamenco» (2005) y pensaba darle la sorpresa de verse citado en el estudio preliminar de Arte de introducir, otro libro de ensayos que tenía a punto de salir, aunque ya es demasiado tarde.

Camino del instituto le hablé a mi hijo Andrés de Luis Jaime. Le conté que cuando yo tenía su edad —15 años— Luis Jaime fue a mi escuela para darnos una charla de orientación vocacional, donde nos dijo que después de la vida venía la muerte, pero que después del colegio no venía la universidad. Aquella frase no ha dejado de resonar en mi memoria y muchas veces he cambiado los extremos para emplearla como argumento.

Ha muerto Luis Jaime Cisneros, un hombre bueno y eminente, cariñoso y extraordinario. Sé que quizá no lo conocían, pero les doy las gracias por acompañarme en mi dolor. 

PRÉSTAMOS ADAPTADOS POR LA RAE


02/01/2011 Güisqui no gustó,¿gustará pirsin?
Javier Rodríguez Marcos, El País

Usted elige: Un friki con pirsin dentro de un yacusi escucha yas y bebe güisqui. O bien: Un freaky dentro de un jacuzzi escucha jazz y bebe whisky. La nueva Ortografía de la Real Academia Española ofrece la primera fórmula para adaptar a la escritura española toda una colección de términos de importación. Pero la RAE propone y los hablantes disponen. El uso es el que libera a las palabras de la cursiva y las integra en el caudal léxico de una lengua sin pedirles el pasaporte. "El tiempo es maestro", decía en el siglo XV el primer gramático castellano, Antonio de Nebrija.

¿Qué tienen en común palabras tan castizas como jamón, charlar, aceite, bloque o, sin ir más lejos, español? Que todas son de origen extranjero. De hecho, los primeros en usar la palabra español, tomada del provenzal, fueron los inmigrantes francos que vivían en Aragón y Castilla a finales del siglo XII. El término había nacido un siglo antes para designar a los hispanogodos que habían cruzado los Pirineos buscando refugio tras la invasión árabe. Durante un tiempo llegó incluso a rivalizar con la forma españón, un gentilicio en la estela de bretón y gascón. Jamón, por su parte, desbancó a la primitiva forma castellana pernil —que subsiste en catalán y en portugués—, porque los hablantes prefirieron para la pierna de cerdo la derivación deljambe francés (jambon), que la más remota de perna latina.


La base del español procede mayoritariamente del latín, introducido en la península Ibérica a finales del siglo III a. C., durante la romanización. Si a la aportación latina se le suman algunas palabras de origen prerromano —que estaban aquí— y otras de origen germánico —que llegaron con los godos—-, ya tenemos el llamado léxico patrimonial, es decir, el que nació con la lengua. Mejor dicho, con el que la lengua nació.

Si a eso se le añade el llamado léxico adquirido, fruto de las aportaciones de otros idiomas, se completa la fotografía del vocabulario español. El diccionario de la RAE contiene 88.000 palabras. Según los filólogos, el léxico total de una lengua se calcula añadiendo un 30% al recogido en los diccionarios. Con todo, el hecho de que una palabra salga del DRAE no supone su desaparición total. Así, el Diccionario histórico, en proceso de elaboración, cuenta con unas 150.000 entradas.

Cada época tiene sus extranjerismos. El Renacimiento fue el tiempo de los italianismos, la Ilustración fue el de los galicismos y la actualidad es, sin duda, el de los anglicismos. Sus entradas en nuestro vocabulario no se llevaron a cabo sin traumas. Es ya un clásico de la tensión lingüística la crítica de escritores del siglo XVIII, como Iriarte y Cadalso, a la llegada desde Francia de vocablos como detalle, favorito, interesante o intriga. ¿Cuántos hablantes reconocerían hoy su procedencia?

Salvador Gutiérrez Ordóñez, ponente de la nueva Ortografía, elaborada por la asociación que reúne a la RAE y a las veintidós academias de América y Filipinas, resume el camino que lleva a un extranjerismo de la calle al diccionario: "La norma es que si se puede adaptar sin modificación alguna se integre directamente si tiene uso. Si su incorporación necesita un cambio, lo habitual es que pase al diccionario cuando haya una adaptación o bien a la pronunciación o bien a la ortografía españolas". A la pronunciación se adaptó bafle. A la ortografía, béisbol.

Con todo, la palabra clave es uso, la prueba de fuego de cualquier término sea cual sea su origen. "La Academia tiene unas normas generales para el léxico", explica José Manuel Blecua, que el pasado 16 de diciembre relevó a Víctor García de la Concha en la dirección de la RAE. "Se examina una época —los 10 últimos años— con documentación tomada de varias fuentes y, a ser posible, de diferentes países de habla hispana. También se tiene en cuenta el registro en que se usa: que se utilice en la lengua culta, que tenga presencia en la prensa... Es muy interesante la información que dan los suplementos dominicales de los periódicos. Reúnen la efervescencia de la lengua en toda su variación". A esto hay que sumar los movimientos de ida y vuelta de la propia RAE: "Se quitó la pe de psicología y luego nos dimos cuenta de que en la escritura la pe seguía vivísima".

Todas las palabras tienen doble vida: una oral y otra escrita.Los extranjerismos, durante mucho más tiempo. "Ese es el problema de los préstamos en todas las lenguas, el problema de pirsin, por ejemplo", dice Blecua. Dado que para la codificación interesa la vida escrita, las dudas están servidas. A veces por el lado de la escritura, a veces por el de la oralidad. En España se pronuncia fútbol vídeo lo que en Latinoamérica es futbol y video. "La variación es connatural con las lenguas", subraya el director de la RAE. "A los hablantes les cuesta mucho entenderlo, pero es así".

Más que cualquier otro código, el pilar de la unidad de la lengua es la ortografía, que se sobrepone a la variedad léxica —pileta, piscina, alberca— y a fenómenos fonéticos como el seseo —García Márquez y Juan Marsé escriben igual cien aunque cada uno lo pronuncie de forma diferente—. En aras de esa unidad y consciente de que un sistema no puede mantenerse plagado de excepciones, la Academia propone siempre que se respeten las normas de adaptación de los extranjerismos aunque a veces lleve al límite el principio básico de cualquier idioma: la comunicación. ¿Qué demonios es un disco de yas?

"Admitir jazz sin cursiva significa que la jota tiene una nueva pronunciación", explica Salvador Gutiérrez Ordóñez, que sostiene que la forma yas está documentada. No obstante, sin tono apocalíptico, añade: "No digo que eso no ocurra. De hecho, vamos camino de ello porque estamos rodeados del inglés, el italiano, el catalán, el vasco. Ahí están palabras como jazz mismo, pero también Giovanni, Joan y Jon. Es tal la avalancha que es muy posible que eso ocurra aunque la RAE siga luchando por la adaptación".

Como recuerda él mismo, ese doble sonido ya se da con la w, que tiene una pronunciación como be —wolframio, Wagner—- y otra como u, sobre todo para las palabras de origen inglés —de web a waterpolo pasando por sándwich, que, por cierto, hasta 1927 no se impuso oficialmente al suculento emparedado. La última fórmula, además, es una alternativa relativamente reciente a adaptaciones exitosas como las que dieron lugar a váter y vagón.

La fue, también, la protagonista de uno de los casos más extravagantes de tensión entre norma y uso. La palabra whisky no entró en el diccionario académico hasta 1984, aunque entonces, como hoy mismo, remitiera a güisqui. Y todo a pesar de que en 1963 empezó a comercializarse en España el popular DYC segoviano, que, bien es cierto, multiplicó su producción en los años ochenta.

Whisky es un extranjerismo (tomado del inglés) procedente de otro (tomado del gaélico uisce beatha, agua de vida) que se resiste en las estanterías de los bares a los consejos de la Academia. Consejos que, en el caso de güisqui, Gutiérrez Ordóñez considera fruto de un exceso de celo porque "la y la k pertenecen a nuestro alfabeto". Efectivamente, la w fue la última letra en incorporarse al abecedario del español. Lo hizo oficialmente en la Ortografía de 1969, aunque ya en la Edad Media se empleaba para escribir nombres propios de origen germánico como el del rey godo Wamba, también transcrito como Bamba.

De ahí que la recentísima edición de la Ortografía proponga la formawiski. "Hubiera sido lo más fácil desde el principio", afirma el ponente de la obra. "Hay que optar por una escritura española que sea lo más cercana a la palabra de origen. Si no, los hablantes no aceptan la adaptación". ¿Tiene wiski alguna posibilidad de asentarse? "No todo está perdido: en el propio inglés se dice whisky y whiskey. Si no se populariza wiski, se seguirá escribiendo en cursiva".

Hay dos fenómenos que juegan en contra de la popularización de las recomendaciones académicas, que, pendientes de la bendición por el uso, tratan de conciliar la etimología con el precepto de escribir como se habla. Esos dos fenómenos son la alfabetización universal y la globalización. Las lenguas están ahora menos solas que nunca. Es posible que la forma yas esté documentada; más raro sería que el documento fuese un disco de jazz o el cartel de un festival. Además, la globalización lingüística —potenciada por los medios de comunicación— tiene un matiz psicológico que derriba fronteras.

Según José Antonio Pascual, coordinador del Diccionario histórico, "los hablantes se resisten porque, cuando apareció, el whisky era una bebida muy moderna en comparación con el coñac. Beber güisquisuena más rancio, como si fumaras Güinston. Te separas demasiado de las otras lenguas. Además, ningún fabricante quiere usar güisqui en sus etiquetas. Su licor parecería peor, una imitación. Bastaría leerlo para decir: huy, este es el español".

Ese resorte de postín es el que prefiere croissant cruasán, pero también el que importó un término como restaurante, que ingresó en el diccionario académico en 1803 en el sentido de "el que restaura" y solo en 1925 incorporó, en su segunda acepción, el concepto de "establecimiento donde se sirven comidas". "Era una palabra que estrictamente no hacía falta", explica Pascual. "Estaban las casas de comida y los mesones, pero sonaba más fino, como ahora brasserie, un lugar que en Francia no es ni mejor ni peor que un restaurante".

Además, la forma española de algunas palabras de origen extranjero varía según las generaciones. Así, en los años noventa del siglo pasado Disney propuso a los nietos del mundo hispanohablante que llamaran Aladín al mismo personaje que sus abuelos llamaban Aladino. A la vez, las retransmisiones de la NBA pusieron poco a poco en circulación el original basket para algo que desde 1947 se llama baloncesto. Y algo parecido sucede con el baile de Mao Tse- tung a Mao Zedong y de Pekín a Beijing. "Ninguna de esas formas es de origen español", dice José Antonio Pascual. "Una es la transliteración a través del francés y la otra, a través del inglés. Ahora los chinos prefieren el inglés".

A todo ello hay que añadir el capítulo de batallas perdidas. Una de ellas empezó a librarse en 1984 cuando el diccionario de la RAE incluyó mercadotecnia como traducción del rutilante marketing. "Esa batalla estaba perdida de antemano", reconoce Gutiérrez Ordóñez. "Hay palabras que no cuesta nada admitir. Marketing se usa en todo el mundo, hasta en japonés creo. Era un concepto nuevo y la palabra no existía en español". Tal vez la adaptación ortográfica del préstamo hubiera tenido más suerte que la creación de un término nuevo. Ya se dio entre fútbol y el calco balompié. Por dejar a márquetin en el banquillo, el marketing barrió a la mercadotecnia.

Tanto el nuevo director de la RAE como el coordinador de laOrtografía han formado parte de la comisión académica de lenguaje científico y técnico, que se reúne en la sala Lázaro Carreter. Allí cuenta José Manuel Blecua que un término como pendrive ha sido objeto de un largo informe pero que todavía está en cuarentena: "El uso es el que estabiliza una denominación. Por mucho que la Academia se intente adelantar y llamarlo, por ejemplo, lapicero o memoria USB, si la gente lo llama pendrive... Lo que puede hacer la RAE es, por un lado, ver por dónde van a ir los tiros y orientar hacia una de la soluciones; por otro, reconocer que los tecnicismos los hacen los técnicos". Es lo que ha hecho al recomendar libro electrónico frente a ebook.

La Academia Española es, como su nombre indica, Real. Es decir, reina pero no gobierna, propone pero no impone. Aunque los libros de texto suelen seguir sus indicaciones —hace años, por ejemplo, que no tildan solo—, atrás quedaron los tiempos en que su poder era ejecutivo. Como se recordó en la presentación de la Ortografía que propone Catar y mánayer, un grupo de maestros madrileños se constituyó en 1843 en Academia Literaria y Científica y acordó una reforma radical de la ortografía que se empezó a enseñar en las escuelas. Al año siguiente, para atajar la segregación, Isabel II declaró oficial el Prontuario de la RAE. Hoy una ortografía por decreto sería imposible. Pirsin o piercing, usted elige. 

DATOS IMPRESCINDIBLES SOBRE NUESTRA LENGUA


27/11/2010
Lo que hay que saber del español
Winston Manrique Sabogal, El País

Cinco entrevistas en la Feria del Libro de Guadalajara
El valor económico de nuestra lengua, el número de los que la hablan, las palabras que la componen, su presencia en Internet. Expertos analizan la potencia y vitalidad de este idioma Amistosa y receptiva. Esa es quizá la principal característica del ADN de la lengua castellana, ser muy amigable a otros sonidos y lenguas. Y eso es, precisamente, lo que le ha servido para crearse, evolucionar y expandirse. Un idioma de mil años, cuyo embrión procede del siglo III antes de Cristo con el latín vulgar del Imperio Romano, propagado y decantado por la península Ibérica durante 12 o 13 siglos, hasta que entre finales del siglo X y comienzos del XI se escriben las Glosas Emilianenses, textos bautismales, escritos en lengua romance guardados en el monasterio de Yuso, en San Millán de la Cogolla, en La Rioja (España). Luego, Alfonso X el Sabio (1252-1284) lo afianzaría al aceptar la escritura de obras importantes en esa lengua. Hasta que llega el descubrimiento de América, en 1492, y con él una segunda vida donde la clave es el mestizaje interminable. Varios expertos trazan el mapa genético del idioma y su futuro.
JOSÉ ANTONIO PASCUAL Vicedirector de la RAE y catedrático de Lengua Española en la Universidad Carlos III de Madrid, además de director del Nuevo diccionario histórico de la lengua española y coautor del Diccionario crítico etimológico castellano hispánico..
P. ¿Cuántas palabras tiene el castellano? ¿Qué posición ocupa el español en número de palabras respecto a otros idiomas?
R. El diccionario de la RAE contiene 88.000 palabras. El de americanismos 70.000; pero en este último aparecen muchas variantes que en el diccionario académico ocuparían una sola entrada, como guaira, huaira, huayra, waira, wayra, guayra. Se suele estimar el léxico de una lengua añadiendo un 30% al de los diccionarios. En cuanto a la posición del español en número de palabras, solo puede responderse con respecto a las que aparecen en los diccionarios y para ello basta con comparar las 150.000 de nuestro Diccionario histórico con las 350.000 del Oxford.
P. ¿Se distorsiona el español con la influencia del inglés por temas como la informática?
R. No me parece que haya «distorsión» cuando se adopta intencionadamente un término técnico o científico, compartiéndolo con otras lenguas. Ciertamente, en la incorporación de palabras extranjeras pueden presentarse problemas, pero no es menos cierto que a las lenguas no les viene mal la convergencia entre ellas: sobre todo si es buscada. ¿Qué ganaríamos con rechazar un término científico que se emplee en inglés, francés, catalán e italiano aislándonos con una creación exclusiva nuestra?
P. ¿Cuáles son los principales vehículos dinamizadores de divulgación y potenciación de nuestra lengua?
R. Ante todo influye la idea que los hablantes de otras lenguas se hacen de la nuestra. Para ello sirven de muy poco las campañas de imagen y mucho la fuerza de nuestra cultura, a la que pertenece una literatura que cuenta con varios premios Nobel. Serviría aún más que en los distintos países de habla española tuviéramos varios premios Nobel de química, física o medicina, que nuestras economías fueran competitivas y que aumentara de año en año la calidad de nuestros sistemas políticos.
CARMEN CAFFAREL
Directora del Instituto Cervantes.
P. ¿Cuál es la proyección del español en el mundo? ¿Número de hablantes y proyección para el año 2030? ¿Y cuál es su posición global?
R. Todas las fuentes demolingüísticas clasifican la lengua española como la segunda más hablada del mundo, con alrededor de 400 millones de hablantes nativos, detrás del chino mandarín y por delante del inglés y del hindi/urdu. El alemán y el francés se incluirían en el grupo de las que tienen entre 50 y 100 millones de hablantes. Y los estudios de prospectiva están de acuerdo en que el inglés, el español y el chino serán las tres lenguas de comunicación internacional durante el siglo XXI.
P. ¿Ha cambiado la imagen del español en los últimos años?
R. De manera profunda, y esa es una de las razones esenciales de su crecimiento como lengua de comunicación internacional. Ahora mismo se ve como un idioma práctico y útil, gracias a su poderío demográfico, a que es la lengua de más de 20 países y a su fuerte implantación en lugares clave como Estados Unidos. La gente lo aprende porque le resulta rentable y es una buena inversión para su futuro profesional, sobre todo en el caso de los jóvenes.
 P. ¿Cuánto cuesta divulgar y enseñar el español en el mundo?
R. El Cervantes tendrá el próximo año 103 millones de euros, pero también desarrollan una gran labor los ministerios de Educación y de Exteriores, así como las universidades. A ellos hay que sumar los gobiernos de países como Brasil, Filipinas, Francia o Italia, que invierten para que sus ciudadanos más jóvenes tengan un aprendizaje de calidad de la lengua española.
P. ¿En qué países crece más?
R. El desarrollo del español en Estados Unidos es espectacular. Se trata del segundo país —será el primero en 2050— en número de hispanohablantes tras México, y donde el crecimiento como segunda lengua resulta más significativo: cada año se incorpora más de un millón y medio de nuevos hablantes. Ahora bien, si pensamos en el español como lengua extranjera, hay que dirigir la mirada a Brasil. Con la entrada en vigor de la ley del español se ha pasado de un millón a cinco millones de estudiantes en apenas un lustro.
EDUARDO LAGO
Director del Cervantes de Nueva York.
P. ¿Cuál es la realidad del español en Estados Unidos y cuál su proyección?
R. La realidad es que no es una lengua extranjera en Estados Unidos, sino una lengua materna que llegó a este territorio antes que el inglés y que, históricamente, nunca ha estado fuera del mapa. En 1848, con la firma del tratado de Guadalupe-Hidalgo, en virtud del cual México cede la mitad de su territorio al vecino del norte, una inmensa masa de hispanohablantes queda circunscrita en Estados Unidos, y con ella toda la topografía que conocemos: San Francisco, Nevada, Colorado... Dando un salto en el tiempo, las últimas décadas del siglo XX se caracterizan por una expansión del español por todo el territorio hasta los enclaves más remotos. El país se hispaniza en una proporción que oscila entre un 10% y un 50% en Florida, por ejemplo. El fenómeno último del siglo es el inicio de una cualificación de los hispanohablantes. A mediados del siglo XXI Estados Unidos será el primer país del mundo en cuanto a número de hispanohablantes, lo cual lo convertirá en la última frontera del idioma: el país más potente del mundo será el más potente también entre los países hispánicos. Hablo de fuerza cultural además de económica.
P. ¿Cómo es la relación de fuerzas entre el español y el inglés?
R. Se trata de una coexistencia pacífica y fructífera. El panorama acabará siendo: Estados Unidos país bilingüe, con una proporción de 3 a 1 a favor del inglés. Lo que pasa es que el español, lengua americana por excelencia, primera lengua de América, está empujando por el Norte y por el Sur: por el Norte está abriéndose paso en Estados Unidos como lengua materna (y extranjera) y por el Sur como lengua extranjera, en Brasil, donde hay avidez (léase necesidad) por dominar el español. Resulta un poco absurdo hacer proyecciones, salvo una: la potencia del español está en sus primeros pasos en cuanto a lo que va a ocurrir en el futuro. El español hará realidad el sueño imposible de Bolívar de unir a toda América.
JOSÉ LUIS GARCÍA DELGADO
Director de la investigación Valor económico del español (Fundación Telefónica)
 P. ¿Cuál es el valor económico del castellano y cómo se obtiene ese valor?
R. El español, como cualquier otra lengua, es un activo inmaterial cuyo valor aumenta al crecer el número de quienes lo hablan y su capacidad para servir de medio de comunicación internacional. En esta última faceta se centra el estudio que está realizando Fundación Telefónica. Si se considera solo el «componente» de lengua de cada actividad económica, comenzando por las industrias culturales, el español supone cerca del 16% del PIB de España; pero su valor diferencial como gran lengua internacional exige el análisis de sus efectos multiplicadores sobre los flujos migratorios, comerciales y financieros.
 P. ¿Cómo influye el idioma en las transacciones comerciales?
R. Una lengua común es como una moneda común: reduce los costes de casi cualquier tipo de intercambio económico; además, facilita una familiaridad cultural que acorta la distancia psicológica. Es, en suma, un factor de dinamización mercantil, cuya potencia crece —al ser la lengua un «bien de club»— con el tamaño del mercado común que vertebra la lengua compartida. Los profesores Jiménez y Narbona han calculado que la lengua supone un factor multiplicativo del comercio entre los países que la comparten en torno al 190%, porcentaje que alcanza casi el 290% en el caso del español.
P. ¿Y cómo influye en la determinación de la emigración?
R. Los profesores Alonso y Gutiérrez (Fundación Telefónica) han estudiado el efecto positivo de la lengua común en la determinación del país elegido como destino del emigrante. El flujo de inmigrantes iberoamericanos a España ha sido casi tres veces superior (2,7) al que sería si no compartiéramos la lengua. Y el dominio del español por parte de los inmigrantes, además de generar ahorro de costes en los servicios sanitarios y educativos prestados en España, facilita el acceso al empleo y mayor movilidad laboral ascendente, generando diferencias positivas de salarios de hasta el 30%.
P. ¿Cuál es la situación en Internet?
R. El español es la segunda de comunicación internacional en la Red, a distancia del inglés, pero por delante del francés, el alemán, el ruso, el árabe o el italiano, que son también lenguas de alcance multinacional. De los 1.750 millones de usuarios de Internet, en español lo hacen 136 millones, lejos de los 480 en inglés, pero muy por delante de los 80 en francés, 65 en alemán, 50 en árabe o 45 en ruso. En chino lo hacen 390 millones, pero es lengua solo nacional. Las páginas web guardan proporciones equivalentes.
 ANTONIO MARÍA ÁVILA
Director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España.
 P. ¿Qué lugar ocupa la industria editorial española en el ámbito internacional?
R. España es la cuarta potencia editorial del mundo, solo superada por el Reino Unido, Alemania y Estados Unidos y es la más importante de las industrias culturales de nuestro país que en su conjunto suponen el 4% del PIB español y, de este porcentaje, el 42% corresponde a la industria editorial.
P. ¿Cuáles son las cifras del sector editorial español?
R. La industria editorial mueve anualmente algo más de 4.000 millones de euros, un 0,7% del PIB y da empleo, directo e indirecto, a más de 30.000 personas. Las 900 empresas editoriales que agrupa la FGEE representan cerca del 95% del sector y a lo largo de 2009 se editaron más de 330 millones de libros y 76.000 títulos, con una tirada media por título de 4.328 ejemplares. Los libros suponen el 1% de la exportación de mercancías españolas. 

NUEVOS GENTILICIOS


11/04/2010  Nace una palabra: «hispanounidense»
Periodistas-es
— La Academia Norteamericana de la Lengua Española de Nueva York (ANLE), fundada en 1973, es una de las veintidós academias de nuestro idioma en el mundo. Sin fines de lucro, la entidad tiene por misión fomentar el uso correcto de la lengua española en los Estados Unidos. Su director, el escritor y catedrático Gerardo Piña-Rosales, ha dado estas explicaciones sobre el término «hispanounidense» que publica la Fundéu. El entrevistador es Manuel Garrido Palacio, también miembro de la ANLE.

Hace poco surgió en el seno de la Academia Norteamericana la palabra «hispanounidense» ¿qué hay dentro de ella, a quién o a quiénes se aplica?
— Este neologismo, del que soy acuñador, describe a las personas de origen hispano —hablen o no español— que residen en Estados Unidos. Me parece un vocablo más acertado que los que se han venido usando hasta ahora: “Hispanic”, latino, hispano, etc.

— ¿Cómo nace una palabra? ¿Se busca, se encuentra, se celebra su presencia en la Casa de las Palabras, es decir, la Academia?
— Las palabras nacen, viven y mueren como cualquier organismo. Las hay que nacen porque se necesitan para nombrar algo nuevo, algo que antes no existía. La Academia no crea las palabras, sino el pueblo, la gente. Después, si el nuevo vocablo arraiga (sobre todo porque no atenta contra el genio de la lengua), si millones de personas lo usan, la Academia lo recoge en sus diccionarios. En Estados Unidos, muchas de las voces que hoy se consideran anglicismos inaceptables, al cabo de los años y por el uso reiterado que de ellos hace la población, acabarán siendo parte, y parte legítima, de la lengua española.

— ¿Qué piensa del llamado espanglish?
— Que es un fenómeno natural; una realidad. El español de Estados Unidos tendrá siempre características propias; la más relevante es la influencia del inglés. Pero eso no significa que hablemos espanglish. Lo que no debemos hacer, como han hecho y hacen algunos profesores y educadores (por llamarlos de alguna forma) es proponer el espanglish o espanglés como una nueva lengua, como un idioma que incluso hay que aprender. Eso es decirles a los millones de inmigrantes que no se preocupen por mejorar su español ni por aprender inglés. A mi juicio, estos defensores del espanglish (ensalada de la que, por cierto, ellos mismos no gustan) están haciendo un flaco favor a las personas, sean inmigrantes o no, que desean superarse, que aspiran a poder desenvolverse algún día en ámbitos profesionales.

— ¿Qué hace la ANLE en este sentido?
— La Academia Norteamericana, con fondos muy limitados, con muy poco apoyo gubernamental (ni de España ni de Estados Unidos), hace lo que puede. Hemos suscrito un convenio con GobiernoUSA, agencia del Gobierno estadounidense que informa y presta ayuda a los hispanos a través de sus páginas web. La ANLE asesora a esta agencia para que el español que ésta utiliza sea lo más correcto posible. Acabamos de publicar el libro Hablando bien se entiende la gente (Ed. Santillana USA), con más de 300 consejos idiomáticos, también transmitidos por Univisión todas las semanas. Y no hay que olvidar que el Gobierno de Estados Unidos ha reconocido a la ANLE como la máxima autoridad del español en este país.

— ¿Cómo se defiende un idioma en esa primera línea?
— La mejor defensa es hablarlo y escribirlo bien; pero para ello me parece fundamental que las nuevas generaciones de hispanounidenses no olviden su origen, su cultura, su lengua. Hay que luchar para que los jóvenes hispanos no abandonen la escuela, la universidad. Nos guste o no nos guste, la clase media educada es la que mejor conserva y defiende el idioma, por la sencilla razón de que posee una conciencia lingüística, una conciencia cultural; sabe que el español es una lengua universal, expresión de una rica y variada cultura, por no hablar de las ventajas económicas del bilingüismo.

— Parece difícil hablar de un grupo homogéneo de hispanohablantes.
— El conocimiento de la lengua vernácula depende del grado de escolaridad del hablante. Una gran mayoría de los hispanos que viven en Estados Unidos (personalmente, me parece aberrante hablar de legales e ilegales) proviene de países pobres y de estamentos sociales muy humildes. Es comprensible que su nivel de habla y escritura no sea muy elevado. Pero también es verdad que existe ya una pujante clase media, educada, que se siente cada vez más orgullosa de su lengua y de sus orígenes hispánicos, personas para quienes el ideal es el bilingüismo, la biculturalidad.

— Podemos decir entonces que la salud del español en Estados Unidos es…
— ¡Muy buena! 

¿COMPLEJOS HISPANOS?


11/07/2007

El español debe superar complejos en el siglo XXI

Mercedes Jansa

elperiodico.com

César Antonio Molina afronta la tarea de diseñar el Ministerio de Cultura del siglo XXI con "trabajo, imaginación, entusiasmo y escuchando a todo el mundo", según dijo ayer, tras recibir la cartera de su antecesora Carmen Calvo. Su primer acto en el nuevo cargo fue visitar al centenario escritor Francisco de Ayala, un emblema para el nuevo ministro, que recordó que el tiempo de su abuelo y su padre, republicanos, "no fue baldío".

Pese a que, en principio, solo contará con ocho meses en este ministerio, Molina dejó claro que quiere superar los complejos de una cultura "en la que hay Oscar, campeones de fórmula 1, arquitectos, pintores. Este es el aval que debemos explotar".

En presencia de los responsables de las más importantes instituciones culturales del Estado --museos del Prado y Reina Sofía, Real Academia Española, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales y Federación de Gremios de editores--, Molina se definió como "un escritor, un hombre de la cultura", un sector con el que comparte "deseos e inquietudes".

Con el reto de la ley del cine por delante --"todos tienen intereses justos que hay que aunar", dijo--, Molina destacó el gran potencial de la lengua y cultura comunes de la España plural y su apuesta para ser el "motor" de todos los que hablan en español.

"Nuestra cultura es universal, no de provincias", afirmó. "Hay detrás 500 millones de personas y grandes artistas. Debemos colocarnos donde nos corresponde, no solo en el mapa de nuestra geografía. El castellano es la cuarta lengua en número de hablantes y la segunda en la comunicación universal. La cultura va detrás y es un pilar fundamental".

DEMOCRACIA LINGUÍSTICA


11/08/2011  Javier Rodríguez Marcos, El País 

Salvador Gutiérrez: «La lengua es pura democracia»

«La i griega se llamará ye». Internet entró en erupción el 5 de noviembre con el anuncio de que la nueva Ortografía de la Real Academia Española proponía unificar el nombre de algunas letras y suprimir la tilde en solo. El coordinador de aquella obra -que para algunos era revolucionara y para sus autores ni siquiera llegaba a reformista- fue Salvador Gutiérrez Ordóñez, un asturiano de 1948 que ejerce como catedrático de lingüística en la Universidad de León y ocupa el sillón S en la RAE.
Allí dirige el departamento de Español al Día, un servicio de consulta del que salió, dice, mucha de la «doctrina» de la obra: «Con sus preguntas, los usuarios nos hacen pensar en cosas en las que no habíamos pensado, en incoherencias que tratamos de subsanar».
Así pues, aquellas controvertidas 800 páginas no eran fruto de la arbitrariedad de un grupo de «señores que no tenían nada mejor que hacer». Cosas así se dijeron en unos días que, reconoce Gutiérrez Ordóñez, le desbordaron: «Estaba preparado para una reacción porque la ortografía es un punto sensible del alma lingüística y los cambios producen inquietud. Había pasado en Alemania y, sobre todo, en Francia. En 1990 hubo un enorme revuelo ¡por un acento circunflejo! Se están haciendo incluso tesis doctorales sobre aquella polémica».
En el caso hispano, Internet marcó la diferencia: «Da una capacidad de opinar que antes no existía, pero hubo gente que hablaba sin conocer algo que todavía era una propuesta». Atrás quedaban los tiempos en que las publicaciones académicas funcionaban como libros de texto en la enseñanza por una razón: no había otros. «Hoy la sociedad tiene otra organización. Y no podemos olvidar que la lengua es pura democracia. Cada vez que un hablante la usa está ejerciendo su voto. La RAE tiene que ganarse el prestigio a diario. Y creo que lo hace. Ha salido a la sociedad: con el diccionario en la Red, el servicio de consultas...».
Pasado el «bullicio inicial», las reseñas de la Ortografía, cuenta su responsable, están siendo muy positivas. Además, se ha vendido bien: la primera edición, de 85.000 ejemplares, está casi agotada. Agotada, pero ¿aceptada? «En las cuestiones obligatorias - como quitar la tilde a guion o truhan-, sí. En las opcionales, la gente tiende a seguir sus hábitos». Entre esa gente hay académicos, como Javier Marías o Luis Goytisolo, que expresaron públicamente su disconformidad. Diplomático, su colega quita hierro al asunto: «No todos los académicos tienen que opinar lo mismo. Otra cosa es que, una vez aprobado, deberían aceptar lo prescrito aunque sigan su criterio en lo opcional».
Otro de los temblores producidos por las nuevas reglas fue el que sacudió el panhispanismo del que hace gala la RAE. Si en España no gustó que la i griega pudiera llamarse ye, en América pasó lo propio con la propuesta de que su be baja (o corta) pasara a ser uve. Mucha gente había oído por primera vez esa forma cuando el BBVA se instaló al otro lado del Atlántico. Al final, aunque revueltas, las aguas volvieron a su viejo cauce. Respecto a disonancias como las producidas por la decisión de pegar el prefijo ex al sustantivo, Gutiérrez Ordóñez no duda: «Toda regla tiene sus bordes, sus zonas problemáticas, que son, precisamente, las que justifican la regla. Era peor lo de antes: la consideración falsa de ex como preposición». ¿Y casos como exxilofonista? «Siempre que hay un prefijo que termina por una letra unido a una palabra que repite esa misma letra surge un problema. Pasa en contraataque y portaaviones». La lengua, en su evolución, tiende a la economía. Ahí están portaviones y exudar (de ex sudare).
Polémicas aparte, ¿cuál es hoy el mayor enemigo de la ortografía? ¿Los correos electrónicos? ¿Los SMS? «La prisa y el carácter efímero de los correos pueden hacer que se descuide la ortografía, pero su gran enemigo es el déficit de horas dedicadas en la enseñanza a la escritura. Un niño no escribe mal porque envíe SMS, sino porque no ha aprendido a escribir. Es muy bueno insistir en que los chicos lean, pero también lo es que escriban. Son dos destrezas cerebralmente disociadas. Escribir es una técnica cognitiva compleja como puedan serlo la mecanografía, tocar el piano o encestar al baloncesto. Hay que practicar y practicar. Y aun así...».  http://www.elcastellano.org

CORPUS TEXTUALES


 Mar Cruz Piñol: «Los corpus son herramienta básica»
06/08/2011Europa Press
La filóloga y profesora de la Universidad de Barcelona Mar Cruz Piñol aseguró este viernes en Santander que los 'corpus textuales' —grandes bases de datos formadas por muestras de la lengua— son una herramienta «básica« para los profesores de Español como Lengua Extranjera (ELE).
«Las tecnologías forman parte de nuestra vida cotidiana y existe una laguna en el funcionamiento y en la aplicación de este recurso», ha destacado.
Así lo ha expresado Piñol en el Curso 'Aplicaciones de los corpus textuales a la enseñanza del ELE' que se celebra hasta este sábado en el Campus de Las Llamas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), y que se realiza en colaboración con el Instituto Cervantes.
Según ha explicado Piñol, los 'corpus textuales' sirven para poner al estudiante «en contacto» con muestras reales de la lengua y permiten a los docentes tener «otra visión» del idioma. «Es una herramienta de trabajo a partir de la cual, se puede estudiar como es la lengua de una manera empírica«, ha aclarado.
La profesora, especialista en el uso de las nuevas tecnologías para la enseñanza de ELE, ha valorado como «positivo» que la sala de ordenadores haya pasado a ser tan «normal» como la pizarra y ha opinado que internet «facilita el contacto con los alumnos y prolonga los límites del aula«.
Este curso, dirigido a profesores interesados en la innovación en el ámbito específico de la enseñanza del léxico y la gramática, tiene la intención de proporcionar formación básica sobre lingüística de corpus e información sobre los 'corpus textuales' gratuitos que se pueden emplear en las clases de ELE, al tiempo que se propondrán actividades y materiales que pueden resultar útiles a los docentes. http://www.elcastellano.org

LENGUAJE DIGITAL


30/07/2011

La adquisición de lenguaje digital

Raquel Rodríguez,La Voz de Galicia

El aprendizaje de un idioma es complicado. Hablarlo con fluidez, cuestión de tiempo, pero el acento siempre delata al extranjero. En 2001 el académico Mark Prensky acuñó los términos de «nativos» e «inmigrantes digitales» para ilustrar la forma de quienes tienen integrado el lenguaje digital desde la cuna, y a los que les viene como un idioma impuesto al que se tienen que adaptar para sobrevivir. Umberto Eco también hizo su particular clasificación entre «borrachos», «abstemios» o «catadores» para definir la actitud frente a la innovación como patología, miedo o desafío. Desde entones los esquemas laborales han cambiado, pero la reacción ante la novedad sigue siendo la misma. La tecnología ha transformado la jornada laboral y la adaptación a este nuevo lenguaje digital provoca sentimientos encontrados que definen nuevas patologías relacionadas con el trabajo.

El tecnoestrés ha llegado a la sociedad de la multitarea y se asienta entre los que ponen resistencia a los cambios. La tecnología se convierte para ellos en fuente de ansiedad por la falta de habilidades para asimilar las nuevas herramientas. Sienten que han llegado tarde a la era digital, y comparten una fobia tecnológica que los paraliza. Los afectados por este síndrome suelen ser trabajadores de mediana edad obligados a reciclarse en el trabajo. Ante la incompetencia que sienten, desarrollan ansiedad, depresión, inseguridad, insomnio o dolores de cabeza.

El catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia, José María Martínez Silva, ha publicado recientemente el libro Tecno- estrés. Ansiedad y adaptación a las nuevas tecnologías en la era digital, en el que define el malestar que desarrollan distintos profesionales en su proceso de educación digital a través de casos reales. Digresiones telefónicas con centralitas automatizadas, la adaptación a un nuevo software, o la asimilación a los gadjets tecnológicos les causan una irritabilidad difícil de canalizar.

Pero el tecnoestrés tiene su reverso en los tecnoadictos, aquellos que tratan de ganar la carrera a la innovación y se frustran si no tienen el «último modelo». Han establecido una frontera tan débil entre la jornada laboral y el ocio que en cualquier momento se diluye, para «ganar tiempo», incluso en vacaciones. El descanso queda interrumpido vía «bandeja de entrada» por la dependencia al trabajo. Así, la disponibilidad permanente facilita las gestiones pero muchas veces dificulta el rendimiento y la vida familiar.

Cómo afrontarlo
Martínez Silva recomienda «siestas digitales» para conseguir desconectar. «Organizarse mejor, haciendo actividades que no tengan relación con estas adicciones y «cambiar los hábitos», sin dejarse invadir por las nuevas tecnologías, son pautas recomendables que pueden comenzar en vacaciones.

La jornada laboral se dificulta muchas veces por la lentitud de la red, la caída del sistema, o la invasión de mensajes no deseados. Las tareas que se realizan a la vez son muchas, lo que puede provocar expectativas irreales sobre la velocidad de llevarlas a cabo. Ante la frustración que causa muchas veces la tecnología, hay que establecer prioridades para conseguir y facilitar la integración del «inmigrante» dentro del escenario digital.